Hace unos años ya, cuando hacía mis primeros pinitos (fallidos) en la enseñanza del inglés coincidía con Rodolfo, un compañero profesor (de alemán) en una academia de Laredo. Él era de ascendencia alemana-española y había vivido en el extranjero. Con lo cual hablaba con efectividad al menos cuatro idiomas. Él y yo solíamos hablar en inglés. Le menciono porque viene hoy muy al caso. Le preguntaba yo una cosa que a mí me han preguntado en incontables ocasiones. ¿Tú como te sientes; inglesa o española? Yo a él le preguntaba si se sentía italiano, español o alemán. El me decía “Yo me siento europeo”.
Efectivamente creo que así debe afrontar la vida el ser humano. Pero yo ampliaría el ámbito no a Europa, sino al mundo. El ser humano, sea de donde sea, puede tener los mismos problemas, las mismas inquietudes, necesidades, independientemente de su raza o credo. Yo he sentido lo mismo aquí en España que en Inglaterra. Allí era la española, aquí la inglesa. Siempre llama la atención lo diferente, lo exótico. Pero la esencia de uno es la que es. Posteriormente como empleadora tuve de trabajadora a una chica de ascendencia extranjera. Yo, por mi pasado (el hecho de que mis padres habían estado en otro país y después habían vuelto a España como emigrantes retornados) consideraba a aquella chica desde una perspectiva que, en efecto, no debí hacer. En mi manera de apreciarla mediaba el concepto que yo tenía de lo que era la inmigración. Estaba yo equivocada pues ella NO era la inmigrante que habían sido mis padres. Así aprendí que cada persona debe de considerarse simplemente como eso; una persona. Sea de dónde sea, y como sea.
Ya cumplidos los 45 y mediando dos hemorragias cerebrales y una operación para extirparme una malformación del cerebro (puede que esto me ayudara a rectificar mi apreciación) me di cuenta de que muy, muy en el fondo, pero que muy en el fondo, soy inglesa, con lo cual la crianza, el país en el que crecí me marcó como ninguna otra cosa. A efectos legales soy española, y el xenófobo inglés así me consideraría. El bilingüe de mi especie (bicho raro como yo) es, por tanto, apátrida, pero lo que cuenta es su propio sentimiento. La percepción de los demás no siempre se corresponde con la de uno mismo. El limbo dejó de usarse en religión. Ahora es una cosa de países. Lo conozco ya bien.
Tengo un amigo sacerdote Católico que comparte en las redes sociales constantemente artículos y entrevistas de compañeros musulmanes. Debemos pues recordar no sólo el fanatismo y los desmanes actuales sino también los que se perpetraron durante la Inquisición.
El día que nos juntemos todos y rememos en la misma dirección dejará el bote de dar vuelta y vuelta y tomará un rumbo claro para todo ser humano.
Yolanda Canales