La Ambición

Esto es algo sobre lo que quería hablar, porque ya hace mucho tiempo que me he pronunciado sobre ello y es un tema que también conozco desde dentro. Es un tema de conversación que suele aflorar a menudo y sé exactamente lo que YO pienso sobre ello. Claro, como con muchas cosas mi opinión no es la “correcta”; lo políticamente correcto. Pero lo que yo opino lo opino yó, y sinceramente me dan igual otras opiniones al respecto. Quizás en otros temas pudiera tener otro tira y afloja pero en este caso no; mi opinión es la que es y además de estar convencida de ella del tenerla estoy orgullosa.
Quiero hablar, como se puede ver en el título, de la ambición. He dicho, en ocasiones, que la palabra “ambición” para los españoles es sucia. Debemos de pensar que la ambición es, realmente lo que produce la riqueza, y de esa riqueza vivimos TODOS, no sólo los que creemos en la ambición. Viven de la ambición de otros hasta los comunistas más acérrimos. Yo ya, en alguna ocasión, he comentado a alguno, que en español, para los españoles esta palabra es hasta sucia, mala. En España, para hacer cosas hay que pagar, y así quitamos las ganas de hacer a todos. Yo creo, sin embargo, que debería enseñarse el concepto en las escuelas (ya en Primaria). La riqueza no la crea el estado. Lo que crea la riqueza es, precisamente, la ambición, y de esa ambición, de esa riqueza, vivimos todos.
En España, que es de donde yo puedo hablar, porque lo conozco, se cobra por hacer cosas, por hacer todo, la burocracia es insoportable, y para el pequeño empresario las cosas se ponen a menudo, muy cuesta arriba.
Voy a bajar este tema de lo abstracto y más amplio a lo personal y así no me pierdo. Voy a hablar sobre mí, y como esta actitud me ha servido. Yo, en mi trayectoria personal, he tenido una enfermedad que ahora, cuando estoy escribiendo estas palabras, me tiene sujeta a la casa, y no me prodigo tanto por el jardín, como antes. ¿Qué tiene esto que ver con la ambición? Pues muy sencillo; la ambición me ha posibilitado y ayudado a no dejarme de brazos caídos y buscar siempre el lado bueno de las cosas. Yo he quedado en un estado “incierto”, digamos, al haber pasado por un trance de salud (una hemorragia cerebral). Sin embargo esa ambición latente ha significado para mí que no me resigno y hago todo lo que puedo por hacerme ver, por hacerme notar. Aquella ambición que antes tenía y que atizaba mi fuego para que quisiera trabajar incansablemente para conseguir dos duros es la misma ambición que me tiene sentada al ordenador ahora a las seis de la mañana tecleando este texto y que me ha impulsado a escribir un libro. No puedo dejar que mi mente se estanque y que no trabaje, seguiré teniendo ambición porque forma parte de mí.
Entonces, con esa “prueba” para mí no puedo oír decir de la ambición que es mala. Aquí en España a uno le miran de reojo si dice o sugiere que tiene ambición. La ambición no es mala. A mí, ya digo, me posibilita vivir. El querer seguir adelante pese a todo me lo posibilita la ambición.

 

Yolanda Canales