La Hecatombe

Nunca pensé yo que llegaría a este extremo. Escribir desde mi cabeza sólo usando mis pensamientos y sin ningún apoyo. Claro que esto todo lo baso en mi reciente experiencia con una compañía de telefonía y el malestar que he pasado gracias a ellos. Puedo, incluso felicitarlos por hacer más rápida mi recuperación porque la ira y malestar que he tenido que contener ya de por sí han significado para mí un ejercicio. Un ejercicio en autocontrol, (me daban ganas de gritar), en vista, (buscando pegatinas inexistentes), en más autocontrol, (me daban ganas de hacer comentarios socarrones y todo tipo de chascarillos me venían a la cabeza), en agilidad digital, (he tenido que buscar un palillo para pulsar un botón en el dorso del router), en memoria, (repetir números telefónicos de nueve cifras), vamos, que no sé yo qué necesidad tan acuciante tenía de reclamar mi internet para poder hacer Lumosity (y así ejercitar mis neuronas) si el propio proveedor de telefonía me ayudaba en ello. A ver; Lumosity proporciona ejercicios en memoria, agilidad, vista, velocidad etc, Vaya, el proveedor de telefonía también. Y eso que lo único que le estaba pidiendo era que me restaurara el Internet. Vuelvo al tema central.

Hoy me he dado cuenta de que estaríamos muy perdidos si de repente dejaran de funcionar todos los mecanismos a los que nos hemos acostumbrado. He llegado a pensar incluso que necesitaría comprar unas palomas mensajeras para enviarle a mi hermano los últimos posts que había escrito, al no tener línea y al haber visto que no hace mucho el buzón de correos de Colindres se decoró con los colores de la bandera de la segunda República. Sí, el buzón de correos; aquel lugar donde se depositaba la carta (antiguo objeto hecho de hojas de material celuloso aplanado que iban decoradas con runas y conformaban mensajes al hilarse sobre la superficie de dichas hojas, y posteriormente iban dobladas e insertadadas en lo que se llamban “sobres” que eran asimismo trozos de ese material que iba doblado de manera que retenía su contenido y permitía que fuese enviado físicamente de un lugar a otro). En el mundo anglófilo eso se denomina hoy en día “snail mail” aquí lo llamamos correo postal.

¿Qué sería de nosotros si de repente todo esto dejaría de funcionar? Hoy tengo en el fondo de mi ser un terrible miedo a que nada vuelva a ser como antes. Bueno, si consiguen leer estas palabras es que todo habrá vuelto a la “normalidad”, pero ahora, en mi ahora no tengo una serie de cosas con las últimamente cuento para desarrollar mi vida. Antes no teníamos móvil, ni teléfono, y, como se suele decir, nos encontrábamos y no nos hacía falta. Ahora, si nos falta, nos falta la vida porque hemos depositado en él toda la vida. Así pasa con el Facebook, con el Twitter, con otras cosas relacionadas con las nuevas tecnologías. Yo antes, en otro post, cuando aún mis procesos mentales iban a otra velocidad, ya hablé de “las tan Denostadas Nuevas Tecnolgías”. Estas cosas, usadas de manera sensata son una gran ayuda. Mi dependencia en Lumosity en estos momentos es tal que al verme sin la posibilidad de realizarlo me siento realmente mal. Debería poder hacer Lumosity porque se ha convertido en parte de mi vida. Esto es como el que sale a correr y un día no vá; le falta algo. A mí ya me va faltando todo tres días seguidos y lo encuentro demasiado.
Tres días seguidos que han significado tres posts seguidos. Al no tener ordenador no tengo nada, porque dependía de él para absolutamente todo. Ahora he vuelto al cerebro, a mi cerebro, que le operaron y dejaron como ahora está. Tiene afán por dar mil vueltas a las cosas porque tiene mucho tiempo. He encontrado en el escribir un gran aliado. El mejor aliado posible. No me extraña que en las películas se retrate siempre al náufrago haciendo figuras, letras, en un tronco o en la arena. La inquietud del cerebro es tal que no puede parar.
¡Ah! Y en cuanto a las palomas mensajeras he pensado que mejor no las compro porque si luego no puedo colgar esto en la red para que sea leído no tiene sentido siquiera escribir. Para mi no, porque todo lo que digo y grito lo hago con afán de que sea oído, de que sea escuchado.

 

Yolanda Canales